Era el principio de todo. Se oyó una Voz en las tinieblas. “…Que haya luz... Que haya cielo... Que sea la tierra y el mar... Y crecieron las plantas, las hierbas y los árboles con frutos. Hubo noches estrelladas y noches de luna. Y amanecían días con el sol brillante y días de lluvia. El mar se llenó de vida, y toda clase de animales dieron vida a la tierra y las aves volaron por el aire…”
Milenios de evolución y henos aquí en un planeta, en medio de un Universo gigante. En ese Universo existe la materia y existe la energía. ¡Materia y energía!
En un segundo nivel de complejidad, la vida, sin dejar de ser materia y energía, es un salto cualitativo. Esa materia y energía organizada en animales, vegetales, microorganismos... aprovecha el entorno, y es capaz de reproducirse. ¡La vida!
Su finalidad es la vida misma, multiplicarse y adaptarse cada vez más al medio. Algunas especies no lo logran y desaparecen. Otras se transforman. Aparecen nuevas especies. Llevan vida a los más recónditos lugares del planeta. Y la vida está en los bosques, las selvas, las praderas, en los ríos y arroyos, en las lagunas y en los mares, pero también, en los desiertos, en lo alto de las montañas y volcanes, en las profundidades de los océanos, y en la profundidad de la tierra…
Maravillosos son los mecanismos de adaptación al medio, y sorprendentes los mecanismos para contactar con otros individuos, defenderse de ellos o utilizarlos de alimento o integrarlos vivos a sus propias vidas en una perfecta simbiosis. Más maravillosa y sorprendente es la reproducción de la vida, la memoria genética, el contactar gametos.
En cada tiempo y lugar se logra un equilibrio dinámico en continua evolución o en ciclos establecidos de vida, muerte y un nuevo renacer. El mito bíblico de la creación describe procesos. Es un mundo siempre en construcción. Y en ese mundo, el Hombre, no como accidente, sino como fin…
La buena noticia: “Mirad las aves del cielo, no siembran, no tienen graneros. Siempre encuentran su alimento. Mirad los lirios del campo. Les aseguro que ni el rey Salomón en medio de toda su gloria se vistió de tal manera… Ustedes valen mucho más que las aves del cielo y los lirios del campo…”- les explicaba el Maestro a sus discípulos.
Años más tarde, uno de ellos, a quien el Maestro amaba mucho, empezaba así el relato del mensaje del Maestro: “En el principio era el verbo y aquél que es el verbo estaba en el principio…”
Todo un mundo imponente que se manifiesta en una expresión de vida entre nosotros que vivimos en este insignificante punto del espacio, espera que tú y todos los que vivieron, viven y vivirán, lo colmemos de Vida con mayúscula, de Espíritu.
Es realmente como si todo hubiese comenzado con la finalidad de llegar a la palabra, y el único que posee la palabra es el Hombre. Y la palabra del Hombre es la manifestación del Espíritu, de la Vida. ¡Buena noticia!...
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